Consejos para que nuestros hijos aprendan a gestionar sus emociones
Cuando en la infancia no se está teniendo una buena educación emocional, notaremos que los niños tienen poca tolerancia a la frustración, y presenciaremos rabietas más intensas. Serán niños con tendencia a ser más impulsivos y agresivos, y les costará encontrar motivación en muchos aspectos de su vida. Esto también se reflejará en la adolescencia y por supuesto, en la vida adulta. Nos encontraremos con personas que, ante una situación desconocida, sentirán inseguridad, carecerán de autocontrol, y no podrán regular sus emociones cuando éstas sean muy intensas. Les costará soportar situaciones que requieran mucha presión, y tendrán muchas más posibilidades de padecer ansiedad y/o depresión. Se estresarán con facilidad y no serán personas asertivas.
Diversos estudios científicos resaltan los efectos positivos de la educación emocional. Si nosotros, como adultos, nos esforzamos por mejorar en nuestra consciencia y regulación emocional, podremos ayudar a nuestros hijos a adquirir las competencias emocionales necesarias para una vida emocionalmente más saludable.
Las madres y padres siempre buscamos que nuestros hijos sean felices, que estén bien, y muchas veces nos preguntamos cómo se puede conseguir esto. Para Begoña Ibarrola, psicóloga y experta en educación emocional, la clave está en cómo enseñar a nuestros hijos a gestionar las emociones. “A nuestros hijos no les podemos quitar las piedras del camino para que no tropiecen, les tenemos que enseñar a saltarlas”.
Como adultos, debemos entender que todas las emociones, tanto las agradables como las desagradables (positivas o negativas, como nombran otros) tienen un valor y una enseñanza. Por ello, debemos utilizar nuestras propias emociones como una oportunidad para enseñar a nuestros hijos a gestionar las suyas y aprender a desarrollar su inteligencia emocional.
Si somos capaces de gestionar nuestras emociones significa que sabremos regular su duración e intensidad, lo que nos permitirá elegir conductas apropiadas de forma consciente, disminuyendo el riesgo de padecer dificultades emocionales o trastornos como la depresión, ansiedad o adicción a sustancias u otras conductas de riesgo.
Y, ¿qué pautas nos pueden ayudar a acompañar las emociones intensas de nuestros hijos favoreciendo su salud emocional? Begoña Ibarrola nos recomienda:
- Enséñales a nombrar las emociones: ponerle nombre a las emociones y los sentimientos es un buen comienzo para apropiarnos de ellos y poder empezar a regularlos.
- Enséñale a conocerse y a quererse. Una buena autoestima es necesaria para crecer feliz y se forja con el conocimiento de las fortalezas y limitaciones. La autoestima se empieza a construir a partir de los 6 años. Hasta entonces, lo que hacen los niños es sumar todos los comentarios que escuchan de su alrededor tipo “eres patoso”, “eres bueno en deportes”…
- Enséñale a tolerar la frustración. “Hay que hacerles ver –explica Begoña Ibarrola- que todo no depende de nosotros, no controlamos nada más que algunos aspectos y hay que asumirlo. Muchos niños no están acostumbrados a escuchar que todo no lo pueden controlar. Y muchos creen que el esfuerzo garantiza el éxito. Pues no. El esfuerzo garantiza la satisfacción, nada más. Hay que enseñarles que pueden cambiar aquellas cosas que están en su mano y con el resto, que no pueden cambiar, o te conformas y cambias el chip o estarás continuamente enfadado”.
- Enséñale a regular sus emociones. No puedes expresar las emociones de cualquier manera, en cualquier lugar, hay que hacerlo de la forma correcta: que no haga daño a los demás y no te haga daño a ti.
- Enséñale a entrar en calma. Actualmente hemos normalizado un estado de estrés y prisas en toda la sociedad, como si nos hubiéramos entrenado para ello. Calmarse ayuda a lograr el control emocional y estimula el sistema inmunológico. Hay que ayudarle a desarrollar estrategias personales de relajación para mejorar su salud, aprendizaje y su conducta.
- Enséñale a pensar en positivo. Si tú le enseñas a ser optimista y a buscar soluciones frente a los problemas, cuando tenga un problema va a buscar cómo solucionarlo, no se va a quedar dándole vueltas al problema.
- Enséñale a ser empático. Enséñale a ponerse en el lugar de otras personas, entender su situación y sentimiento. Además, esta cualidad ayudará a prevenir la violencia y es una de las habilidades más valoradas en entornos sociales y laborales.
- Enséñale a ser asertivo. Habilidad para expresar lo que piense y quiera sin herir los sentimientos de los demás.
Así, podremos ayudarles a que se encuentren mejor a través de la comprensión e identificación de emociones. Cuando estén tristes o enfadados, o cuando sientan miedo, ellos mismos tendrán herramientas para mejorar su estado de ánimo.
En definitiva, conviene que les enseñemos a no reprimir sus sentimientos, pero sí a identificarlos, con el objetivo de conseguir que sean capaces de poner en práctica fórmulas para mejorar. De esta forma, comprenden qué les pasa, lo asimilan, entienden que es intrínsecamente negativo y encuentran la forma de ir mejorando poco a poco, utilizando sus propias herramientas.